PRACTICAS DE
COMUNICACIÓN EN LA CULTURA POPULAR: MERCADOS, PLAZAS, CEMENTERIOS Y ESPACIOS DE
OCIO (Jesús Martín Barbero)
Por: Juanita Santos Moreno
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El entendimiento hacia lo que plantea el autor se hace
interesante en la medida que expone o ejemplifica como las prácticas de
comunicación han venido siendo alteradas, dominadas e impuestas a causa de la
modernización y como la prácticas populares, pueden ser un eje vital y una
propuesta importante para lograr que dicha comunicación sea alternativa y
dinámica en nuestra sociedad.
Para dar mayor claridad al tema, Barbero hace una serie de
comparaciones relevantes, entre la plaza de mercado y el supermercado; y entre
un cementerio público y uno privado, definiendo para estos lugares dos tipos de
economías que se hacen visibles y se materializan en las prácticas de
comunicación que allí surgen.
Por un lado, hace mención a la economía de “abstracción
mercantil” en la que el sentido de un objeto se produce por la relación con
otros objetos y en la que la significación de dicho objeto está dada por
el valor del mismo dentro de un concepto
mercantil. El otro tipo de economía es la que denomina de “Intercambio
simbólico” en donde el valor y la significación del objeto están dados por el
intercambio que los individuos llevan a cabo con estos, a través de dinámicas
de comunicación en torno a su adquisición o interés.
Según estas definiciones y partir de los siguientes ejemplos,
al autor busca dar a entender como en términos generales la cultura popular mantiene
y desarrolla sus prácticas de comunicación a través del intercambio permanente
entre lo económico, representado en el objeto y lo simbólico, expresado por el
sujeto que interactúa en torno a esto.
Por su parte, “la cultura burguesa” como la denomina Barbero,
desarrolla sus prácticas de consumo bajo estos mismos parámetros con la
diferencia que en este caso se esconden y excluyen las condiciones de
producción simbólica, limitándose
netamente a un consumo mercantil direccionado por sistemas publicitarios, en
donde la esencia de la comunicación y del desarrollo de una actividad entre lo
que somos y lo que tenemos, pasa a un segundo plano.
La comparación entre la plaza de mercado del barrio
Paloquemao en Bogotá y el supermercado
Carulla, permite entender las dinámicas en las prácticas de comunicación
completamente opuestas que se presentan y que quiere exponer el autor a lo
largo de su artículo. Se habla por ejemplo de los aspectos de organización,
comercialización, producción, contexto, entorno, sistemas publicitarios, entre
algunos otros aspectos que manejan estos lugares dentro de su desarrollo y sentido
de existencia, dándonos cuenta que en efecto el desarrollo y el transcurrir
diario en estos lugares es muy diferente.
Una de las evidencias que mejor pueden expresar este hecho,
es la disposición interna de estos espacios, encontrando en la plaza de mercado
un lugar heterogéneo, formado por un conjunto de puestos o zonas atendidas por
diferentes vendedores que desarrollan su actividad en constante interacción con
los vecinos de los otros puestos, con los compradores que llegan a la plaza a
buscar diversidad de frutas, verduras, hierbas, entre otros y con sus mismas
familias que por lo general forman parte del grupo y fuerza de trabajo. Allí,
las actividades se desarrollan de manera espontánea y las dinámicas de compra y
venta están basadas en factores como la rebaja y la ñapa soportadas en un
ambiente de buena atención, cordialidad y recibimiento para el que compra. Lo
que en esencia exige que el dialogo, la interacción y la comunicación siempre
estén presentes en un lugar que es expresivo por sí solo.
En un supermercado la disposición interna expresa unas
connotaciones bien diferentes a las mencionadas para la plaza de mercado. En
estos lugares también se encuentra diversidad pero de otro tipo de productos y
la diferencia es que internamente la organización y disposición está
determinada por la simetría, la decoración y la ambientación del lugar, que se
presentan como los aspectos fundamentales de producción publicitaria mediante
los cuales se garantiza el consumo de los productos allí ofrecidos para la
venta. Pero adicionalmente, en el supermercado el dialogo y la comunicación se
limita al momento en el que voy a pagar los productos en un punto atendido por
una persona con la que se cruzan una o dos palabras para poder llevar a cabo la
compra. De esta manera y tal como lo afirma el autor en estos lugares no hay
comunicación, simplemente información por parte de los vendedores o
funcionarios del lugar, y esto solo cuando lo que necesita saber no se lo
muestra el producto en su empaque o en sus instrucciones de uso.
Para el caso de los cementerios, hablando específicamente del
central y el de Jardines del recuerdo en la cuidad de Bogotá, pasa algo similar
en torno a las dinámicas de comunicación que se presentan en cuanto al
intercambio económico y simbólico del que venimos hablando. En estos casos, las
prácticas se desarrollan a partir de puntos igualmente opuestos evidenciando
como en el cementerio público o popular, las prácticas se desarrollan de manera
espontanea de acuerdo a las creencias, necesidades, pensamientos o actos de fe
de quienes acuden allí no solo a visitar a sus muertos sino también a hacer
peticiones a las tumbas de algunos personajes que se cree pueden concebir
favores, especialmente los días lunes. Todo esto acompañado de ofrendas y
objetos dejados en las tumbas que ante los ojos de los visitantes, presentan un
lugar diverso, dinámico y heterogéneo que hace evidente y palpable la
interacción y la comunicación de los individuos con el espacio y su materialidad.
En el caso del cementerio privado ocurre todo lo contrario. El
espacio es homogéneo, y simétrico, y la gente acude únicamente a visitar a sus
familiares o allegados difuntos durante un lapso de tiempo relativamente corto
para posteriormente salir del lugar e ir a disfrutar de un día en familia a las
afueras del norte de la ciudad, ya que el día de mayor afluencia es el día
domingo.
Estos, además de otros fenómenos, evidencian como
efectivamente las prácticas culturales de comunicación se desarrollan en los
escenarios que Barbero llama de la topografía y la topología, en donde la
primera hace referencia al espacio configurando por señales y la segunda a la
interpretación o lectura de esas señales por parte de los individuos, viendo
como efectivamente dentro de una sociedad de consumo, interpretamos las señales
que basadas en una fuerte economía tiende a encerrarnos en lo que se presenta
ante nosotros, como bonito, nuevo, organizado, decorado, avanzado, desarrollado
y por supuesto costoso.
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