sábado, 13 de abril de 2013



Por: Juanita Santos M.
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A partir del trabajo que desde la academia se ha desarrollando en el municipio de Guatavita Cundinamarca y por medio del acercamiento al territorio y su comunidad, hemos identificado una variedad de prácticas culturales que, ligadas a sus espacios, han sufrido una transformación sociocultural asociada a una transformación de tipo territorial: la construcción del embalsé de Tominé.
Ese cambio de “espacialidad” obligó a los habitantes del municipio a adaptarse a nuevos lugares en torno a los cuales desarrollan sus actividades y oficios en la cotidianidad. Lugares como el nuevo cementerio, en el que además del entorno físico, cambiaron las prácticas asociadas a la muerte, es uno de los mejores ejemplos de transformación, teniendo en cuenta que en el municipio aún existe el cementerio de la vieja Guatavita, como el único vestigio material que existe del pueblo “colonial”, que para el año 1964 fue inundado.
Adicionalmente, quiero referirme a otro lugar que se encuentra en el territorio asociado a un lugar de entierro en la época prehispánica y que según los estudios arqueológicos realizados en la zona por Silvia Broadbent, corresponde a un cementerio muisca (Broadbent, 1970: 25).
Al igual que el cementerio antiguo, el cementerio indígena se encuentra ubicado en inmediaciones al Embalse de Tominé, en terrenos que la Empresa de Energía de Bogotá (EEB) adquirió desde los años 60 para la inundación del valle. El hecho que los cementerios se encuentren localizados en un área privada, ha generado que los lugares sean poco frecuentados por los habitantes y por lo tanto que no se genere ningún tipo de mantenimiento ni cuidado especial por parte de los entes municipales.
Pero además de la falta de mantenimiento conducente al deterioro físico de estos espacios, como mayor problemática, se detecta la pérdida paulatina de apropiación, conocimiento y divulgación de los cementerios por parte de la municipalidad, sus entes encargados y la población en general. Esto se evidencia en el uso eventual que hoy en día tienen estos espacios por parte de la comunidad.
En el cementerio antiguo por ejemplo, uno de los eventos que se han mantenido desde su cierre definitivo, es la celebración del día de los difuntos el día 1 de noviembre. Sin embargo el párroco del pueblo dice que para llevar a cabo esta celebración es necesario todos los años coordinar una brigada de deshierbado y limpieza previa del lugar, para lo cual la parroquia solicita una cuota determinada a los habitantes de las diferentes veredas y según menciona, este aporte económico cada año es menor, razón que lo ha llevado a pensar que la celebración anual pueda llegar a terminarse definitivamente. (Liborio Pachón Salamanca, comunicación personal en septiembre de 2011). El resto del año, según menciona el párroco, son pocas las personas que van a la iglesia a solicitar las llaves para ingresar al cementerio a visitar a sus familiares, más o menos una o dos al mes.
Él afirma que la distancia e incluso el hecho de estar ubicado en terrenos de la Empresa de Energía de Bogotá, son factores que influyen en la falta de interés por parte de algunos habitantes del municipio por visitar el lugar y sus difuntos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que aún existen personas que mantienen la costumbre de visitar el lugar, así como algunos otros que han solicitado la exhumación de sus difuntos para ser dispuestos en el nuevo cementerio del pueblo.
En cuanto al cementerio indígena, se conoce que hace aproximadamente cinco o seis años la zona arqueológica era frecuentada por turistas los fines de semana, mediante recorridos guiados que organizaba la oficina de desarrollo económico y turístico del municipio junto con los habitantes de la vereda Tominé de Indios, en donde queda ubicado el cementerio. Sin embargo, en la actualidad el área es poco frecuentada y el motivo por el que dejaron de organizarse estas visitas es desconocido. (Martha Zamora, comunicación personal en marzo de 2011).
La promoción de visitas a la zona, se instauró a partir del registro del cementerio en el esquema de Ordenamiento territorial (EOT) de municipio, como parte de la clasificación de los recursos y atractivos turísticos: “las tumbas indígenas son un recurso de gran importancia histórica y cultural, que en la actualidad se encuentran deterioradas y han sido modificadas en su entorno en algunos aspectos, para lo cual se deben tomar acciones concretas e inmediatas a fin de recuperarlas y mantenerlas en su mayor estado de original posible, de la misma manera recrear las historias que rodean los recursos y desarrollar todo un atractivo turístico y cultural”, (EOT Municipio de Guatavita. Plan de desarrollo turístico. Capitulo 6. Numeral 6.12. pág. 157).
Teniendo en cuenta el contexto anterior y partiendo de la enorme significación que los cementerios representan desde su cultura material y de los valores atribuidos a estos lugares por una colectividad, surgen algunos interrogantes relacionados con el manejo que le están dando las autoridades municipales y la comunidad de Guatavita a los cementerios, que por sus connotaciones históricas, documentales, simbólicas y memorables, entre muchos otros, hacen parte del patrimonio cultural del territorio.
En ese sentido, ¿por qué las autoridades eclesiásticas y municipales como entes encargados del control, manejo y protección de estos espacios, no generan acciones para promover por un lado su protección y por otro, el interés y participación de la comunidad en torno a estos lugares de memoria? ¿Se trata de un problema de reglamentación en el que el municipio llegó a perder la injerencia y propiedad hacia estos lugares en el momento que las áreas de localización de los cementerios fueron adquiridas por un particular, tal como lo manifiestan los habitantes del pueblo?
Estas y muchas otras preguntas surgen ante la situación que hoy en día se presenta con los dos cementerios del municipio de Guatavita e indudablemente se debe atribuir la falta de interés y apropiación de estos espacios por parte de la comunidad, al aislamiento en el que quedaron los cementerios tras la construcción del embalse del Tominé, pero también a la falta de gestión por parte del municipio para que en estos lugares se pueda continuar con el “desarrollo de actividades en beneficio de sus usuarios” (UNESCO, 2000: 43).
Según dicta la ley, los bienes que conforman el patrimonio arqueológico pertenecen a la Nación y se consideran como bienes de interés cultural del ámbito nacional (Ley 1185 de 2008, artículo 1). En ese sentido el cementerio indígena más allá de estar catalogado dentro como un lugar de “atractivo turístico” debería estar declarado como bien de interés cultural del ámbito municipal e incluso departamental, debido a su excepcionalidad, lo que implicaría que en el Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio también fuera incorporado de tal manera. Esto como primera medida, garantizaría la protección y conservación del lugar bajo el régimen especial previsto en la ley.
El cementerio antiguo por su parte, al ser portador de una carga histórica y simbólica significativa, igualmente podría contar con una protección legal teniendo en cuenta que se reconoce el derecho de las iglesias y confesiones religiosas de ser propietarias del patrimonio cultural que hayan creado, adquirido con sus recursos o que estén bajo su legítima posesión y el Estado a través del Ministerio de Cultura, celebrará con las correspondientes iglesias y confesiones religiosas, convenios para la protección de este patrimonio y para la efectiva aplicación del Régimen Especial de Protección cuando hubieran sido declarados como de interés cultural (Ley 1185 de 2008, artículo 1). Por medio de una declaratoria, se garantizaría igualmente la protección del lugar, para que sobre este no se pueda realizar ninguna intervención que atente contra su permanencia y conservación.
Lo anterior teniendo en cuenta, como ya se había mencionado, el cementerio antiguo al igual que el indígena se encuentra ubicado en áreas de propiedad de la Empresa de Energía de Bogotá y la CAR.
Si bien es cierto los cementerios de Guatavita existen, al no ser reconocidos y admirados por una comunidad que reconozca en ellos valores y que comparta y trasmita el conocimiento sobre la existencia de estas evidencias que hablan de prácticas, épocas, saberes y percepciones ante la muerte a lo largo de la historia como parte constitutiva de su identidad y su memoria; pierden su significado y su importancia cultural.
Ese inmenso significado cultural que las comunidades han atribuido a los cementerios en general, ha hecho que con el paso del tiempo se contemplen como lugares patrimoniales, como espacios cargados de sentido donde se desarrollan dinámicas particulares y colectivas a partir de las cuales se construye un enorme vínculo sentimental, representado en el culto que se le rinde a los difuntos muchos años después de haber fallecido.
En este sentido los cementerios son lugares que permiten ser leídos, interpretados y reconocidos como una institución cultural (Villa Posse, 1993: 86), al reflejar aspectos sociales, políticos, económicos, religiosos, históricos y étnicos de la región, ya que como la afirma Barbero, “todos los pueblos han visto y celebrado en la muerte un enclave fundamental de lo social (Barbero, 1981: 18).
BIBLIOGRAFIA
ALCALDIA MUNICIPAL DE GUATAVITA. Esquema de ordenamiento territorial (EOT) Municipio de Guatavita.
BROADBENT, Sylvia. La arqueología del territorio chibcha: II. Hallazgos aislados y monumentos en piedra. Universidad de los andes. Bogotá. 1970. Pág. 25 -26.
COGOLLOS AMAYA, Silvia; VARGAS, Martín Eduardo. Las discusiones en torno a la construcción y utilidad de los “Dormitorios” para los muertos (Santa Fe finales del siglo XVIII). En: Simposio de Cultura y comunicación. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 1994. Pág. 378.
Ley 1185 de 2011 que modifica la ley 397 de 2007. Ley general de Cultura.
MARTÍN BARBERO, Jesús. Prácticas de comunicación en la cultura popular: mercados, plazas, cementerios y espacios de ocio. En: www.mediaciones.net. UNAM. México. 1981. Pág. 18.
UNESCO. La Gestión. Clave para la preservación y sostenibilidad del patrimonio Cultural. 2000. Pág. 43.
UNIVERSIDAD JAVERIANA. Guatavita un pueblo sumergido.Facultad de Ciencias sociales. Bogotá. 1963.
VILLA POSSE, Eugenia. Muerte, cultos y cementerios. Disloque, Bogotá. 1993. Pág. 86.

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