LA PAULATINA PÉRDIDA DEL SIGNIFICADO CULTURAL DE DOS
LUGARES DE MEMORIA: LOS CEMENTERIOS ANTIGUO E INDÍGENA DEL MUNICIPIO DE
GUATAVITA
Por: Juanita Santos M.
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A partir del trabajo
que desde la academia se ha desarrollando en el municipio de Guatavita
Cundinamarca y por medio del
acercamiento al territorio y su comunidad, hemos identificado una variedad de
prácticas culturales que, ligadas a sus espacios, han sufrido una transformación
sociocultural asociada a una transformación de tipo territorial: la construcción
del embalsé de Tominé.
Ese cambio de
“espacialidad” obligó a los habitantes del municipio a adaptarse a nuevos
lugares en torno a los cuales desarrollan sus actividades y oficios en la
cotidianidad. Lugares como el nuevo cementerio, en el que además del entorno
físico, cambiaron las prácticas asociadas a la muerte, es uno de los mejores
ejemplos de transformación, teniendo en cuenta que en el municipio aún existe el
cementerio de la vieja Guatavita, como el único vestigio material que existe del
pueblo “colonial”, que para el año 1964 fue inundado.
Adicionalmente, quiero referirme a
otro lugar que se encuentra en el territorio asociado a un lugar de entierro en
la época prehispánica y que según los estudios arqueológicos realizados en la
zona por Silvia Broadbent, corresponde a un cementerio muisca (Broadbent, 1970: 25).
Al igual que
el cementerio antiguo, el cementerio indígena se encuentra ubicado en
inmediaciones al Embalse de Tominé, en terrenos que la Empresa de Energía de
Bogotá (EEB) adquirió desde los años 60 para la inundación del valle. El hecho
que los cementerios se encuentren localizados en un área privada, ha generado
que los lugares sean poco frecuentados por los habitantes y por lo tanto que no
se genere ningún tipo de mantenimiento ni cuidado especial por parte de los
entes municipales.
Pero además de la falta de mantenimiento conducente al deterioro físico
de estos espacios, como mayor problemática, se detecta la pérdida paulatina de apropiación,
conocimiento y divulgación de los cementerios por parte de la municipalidad, sus
entes encargados y la población en
general. Esto se evidencia en el uso eventual que hoy en día tienen estos
espacios por parte de la comunidad.
En el cementerio
antiguo por ejemplo, uno de los
eventos que se han mantenido desde su cierre definitivo, es la celebración del
día de los difuntos el día 1 de noviembre. Sin embargo el párroco del pueblo
dice que para llevar a cabo esta celebración es necesario todos los años
coordinar una brigada de deshierbado y limpieza previa del lugar, para lo cual
la parroquia solicita una cuota determinada a los habitantes de las diferentes
veredas y según menciona, este aporte económico cada año es menor, razón que lo
ha llevado a pensar que la celebración anual pueda llegar a terminarse
definitivamente. (Liborio Pachón Salamanca, comunicación personal en septiembre
de 2011). El resto del año, según menciona el párroco, son
pocas las personas que van a la iglesia a solicitar las llaves para ingresar al
cementerio a visitar a sus familiares, más o menos una o dos al mes.
Él afirma que la distancia e incluso el hecho de
estar ubicado en terrenos de la Empresa de Energía de Bogotá, son factores que
influyen en la falta de interés por parte de algunos habitantes del municipio
por visitar el lugar y sus difuntos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que
aún existen personas que mantienen la costumbre de visitar el lugar, así como
algunos otros que han solicitado la exhumación de sus difuntos para ser
dispuestos en el nuevo cementerio del pueblo.
En cuanto al cementerio indígena, se conoce
que hace aproximadamente cinco o seis años la zona arqueológica era
frecuentada por turistas los fines de semana, mediante recorridos guiados que
organizaba la oficina de desarrollo económico y turístico del municipio junto
con los habitantes de la vereda Tominé de Indios, en donde queda ubicado el
cementerio. Sin embargo, en la actualidad el área es poco frecuentada y el
motivo por el que dejaron de organizarse estas visitas es desconocido. (Martha
Zamora, comunicación personal en marzo de 2011).
La promoción de visitas a la zona, se
instauró a partir del registro del cementerio en el esquema de Ordenamiento
territorial (EOT) de municipio, como parte de la clasificación de los
recursos y atractivos turísticos: “las
tumbas indígenas
son un recurso de gran importancia histórica y cultural, que en la
actualidad se encuentran deterioradas y han sido modificadas en su entorno en
algunos aspectos, para lo cual se deben tomar acciones concretas e inmediatas a
fin de recuperarlas y mantenerlas en su mayor estado de original posible, de la
misma manera recrear las historias que rodean los recursos y desarrollar todo un
atractivo turístico y cultural”, (EOT Municipio de Guatavita. Plan de
desarrollo turístico. Capitulo 6. Numeral 6.12. pág. 157).
Teniendo en cuenta el
contexto anterior y partiendo de la enorme significación que los cementerios
representan desde su cultura material y de los valores atribuidos a estos
lugares por una colectividad, surgen algunos interrogantes relacionados con el
manejo que le están dando las autoridades municipales y la comunidad de
Guatavita a los cementerios, que por sus connotaciones históricas, documentales,
simbólicas y memorables, entre muchos otros, hacen parte del patrimonio cultural
del territorio.
En ese sentido, ¿por
qué las autoridades eclesiásticas y municipales como entes encargados del
control, manejo y protección de estos espacios, no generan acciones para
promover por un lado su protección y por
otro, el interés y participación de la comunidad en torno a estos lugares de
memoria? ¿Se trata de un problema de reglamentación en el que el municipio llegó
a perder la injerencia y propiedad hacia estos lugares en el momento que las
áreas de localización de los cementerios fueron adquiridas por un particular,
tal como lo manifiestan los habitantes del pueblo?
Estas y muchas otras
preguntas surgen ante la situación que hoy en día se presenta con los dos
cementerios del municipio de Guatavita e indudablemente se debe atribuir la falta de interés y apropiación de estos
espacios por parte de la comunidad, al aislamiento en el que quedaron los
cementerios tras la construcción del embalse del Tominé, pero también a la falta
de gestión por parte del municipio para que en estos lugares se pueda continuar
con el “desarrollo de actividades en beneficio de sus usuarios” (UNESCO, 2000:
43).
Según dicta
la ley, los bienes que conforman el patrimonio
arqueológico pertenecen a la Nación y se consideran como bienes de interés
cultural del ámbito nacional
(Ley 1185 de 2008, artículo 1). En ese
sentido el cementerio indígena más allá de estar catalogado dentro como un lugar
de “atractivo turístico” debería estar declarado como bien de interés cultural del ámbito
municipal e incluso departamental, debido a su excepcionalidad, lo que
implicaría que en el Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio también
fuera incorporado de tal manera. Esto
como primera medida, garantizaría la protección y conservación del lugar bajo el
régimen especial previsto en la ley.
El
cementerio antiguo por su parte, al ser portador de una carga histórica y
simbólica significativa, igualmente podría contar con una protección legal
teniendo en cuenta que “se
reconoce el derecho de las iglesias y confesiones religiosas de ser propietarias
del patrimonio cultural que hayan creado, adquirido con sus recursos o que estén
bajo su legítima posesión y el Estado a través del Ministerio de Cultura,
celebrará con las correspondientes iglesias y confesiones religiosas, convenios
para la protección de este patrimonio y para la efectiva aplicación del Régimen
Especial de Protección cuando hubieran sido declarados como de interés cultural
(Ley 1185 de 2008, artículo 1). Por medio de una declaratoria, se
garantizaría igualmente la protección del lugar, para que sobre este no se pueda
realizar ninguna intervención que atente contra su permanencia y
conservación.
Lo anterior teniendo en cuenta, como ya se
había mencionado, el cementerio antiguo al igual que el indígena se encuentra
ubicado en áreas de propiedad de la Empresa de Energía de Bogotá y la
CAR.
Si bien es cierto los
cementerios de Guatavita existen, al no ser reconocidos y admirados por una
comunidad que reconozca en ellos
valores y que comparta y trasmita el
conocimiento sobre la existencia de estas evidencias que hablan de prácticas,
épocas, saberes y percepciones ante la muerte a lo largo de la historia como
parte constitutiva de su identidad y su memoria; pierden su significado y su
importancia cultural.
Ese inmenso
significado cultural que las comunidades han atribuido a los cementerios en general, ha hecho que con el paso del
tiempo se contemplen como lugares patrimoniales, como espacios cargados de
sentido donde se desarrollan dinámicas particulares y colectivas a partir de las
cuales se construye un enorme vínculo sentimental, representado en el culto que
se le rinde a los difuntos muchos años después de haber
fallecido.
En este sentido los
cementerios son lugares que permiten ser leídos, interpretados y reconocidos
como una institución cultural (Villa
Posse, 1993: 86), al reflejar aspectos sociales, políticos, económicos,
religiosos, históricos y étnicos de la región, ya que como la afirma Barbero,
“todos los pueblos han visto y celebrado
en la muerte un enclave fundamental de lo social (Barbero, 1981:
18).
ALCALDIA MUNICIPAL DE
GUATAVITA. Esquema de ordenamiento
territorial (EOT) Municipio de
Guatavita.
BROADBENT, Sylvia. La arqueología del territorio chibcha:
II. Hallazgos aislados y monumentos en piedra. Universidad de los andes.
Bogotá. 1970. Pág. 25 -26.
COGOLLOS AMAYA, Silvia; VARGAS, Martín Eduardo. Las discusiones en torno a la construcción y
utilidad de los “Dormitorios” para los muertos (Santa Fe finales del siglo
XVIII). En: Simposio de Cultura y comunicación. Pontificia Universidad
Javeriana. Bogotá. 1994. Pág. 378.
Ley 1185 de 2011 que modifica la ley 397 de 2007. Ley
general de Cultura.
MARTÍN BARBERO, Jesús. Prácticas de comunicación en la cultura
popular: mercados, plazas, cementerios y espacios de ocio. En: www.mediaciones.net.
UNAM. México. 1981. Pág.
18.
UNESCO. La Gestión. Clave para la preservación y
sostenibilidad del patrimonio Cultural. 2000. Pág.
43.
UNIVERSIDAD JAVERIANA. Guatavita un pueblo sumergido.Facultad
de Ciencias sociales. Bogotá. 1963.
VILLA POSSE, Eugenia. Muerte, cultos y cementerios. Disloque,
Bogotá. 1993. Pág. 86.