sábado, 13 de abril de 2013


EL PATRIMONIO COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL (Llorens Prats)
Por: Juanita Santos M.
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La “construcción social” para ser aplicada al concepto de patrimonio, puede entenderse como algo concebido por los individuos de un proceso colectivo, que se manifiesta en un lugar y momento determinado y que a su vez se lleva a cabo con unos fines específicos.
Esta construcción se manifiesta como un proceso dinámico y cambiante a lo largo de la historia, debido a que necesariamente surgen nuevos intereses y criterios que determinan e intervienen en los diferentes procesos, dando paso al concepto de lo que él denomina “invención del patrimonio”.
Teniendo en cuenta lo anterior, el autor maneja dos conceptos claros; construcción social  e invención del patrimonio. El primero no se puede concebir sin la participación constante de una “hegemonía social y cultural” y el segundo, no puede limitarse al entendimiento de la realidad solo a partir de objetos o elemento, sino más de composiciones que pueden ser ubicadas en diferentes contextos dando cabida a otro tipo de interpretaciones y significados.
Por lo tanto los dos conceptos mencionados anteriormente pueden entenderse como procesos complementarios, donde la invención ocurre como un proceso individual que para ser validado y reconocido requiere de un referente social, inserto necesariamente dentro de un proceso colectivo y de consenso, a través de lo cual se da sentido a la construcción patrimonial. La importancia del concepto de patrimonio, además de la construcción social y la invención patrimonial, se determina en el carácter “simbólico y en la capacidad que tiene para representar simbólicamente una identidad”, sin lo cual no sería posible conservarlo, exponerlo y mantenerlo en el tiempo.
Como se había mencionado algunas líneas atrás, dentro de la construcción social del patrimonio se manifiestan diferentes intereses y criterios, que por un lado intervienen de manera directa en los procesos de construcción patrimonial, y por el otro están ligados constantemente a los referentes simbólicos a partir de los cuales será posible dicha construcción.
Según Prats, es posible establecer un conjunto de elementos dentro del cual se constituyan muchos referentes simbólicos patrimoniales, sin que necesariamente todos sus elementos sean patrimonio. Habla entonces de los elementos provenientes de “la naturaleza, de la historia y de la inspiración creativa” como  aspectos dentro de los que se puede enmarcar de manera general todas las unidades de significado que puede ser potenciales para el patrimonio. Estos tres elementos pueden formar los tres lados de un triangulo dentro del cual se pueden tener muchas posibilidades abiertas para establecer referentes que vendrían a conformar lo que él denomina como “pool”. Referentes que se encuentran en monumentos, parque arqueológicos, espacios naturales protegidos y por supuesto museos.     

Entendiendo este último, como lugar que por esencia es y seguirá siendo como lo plantea Prats, la institución central en torno a la cual se mantiene una “lógica de conservación”, dando una orientación al resto de instituciones o lugares para conservar y mantener una “activación patrimonial”.

PRACTICAS DE COMUNICACIÓN EN LA CULTURA POPULAR: MERCADOS, PLAZAS, CEMENTERIOS Y ESPACIOS DE OCIO (Jesús Martín Barbero)

                                                                Por: Juanita Santos Moreno
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El entendimiento hacia lo que plantea el autor se hace interesante en la medida que expone o ejemplifica como las prácticas de comunicación han venido siendo alteradas, dominadas e impuestas a causa de la modernización y como la prácticas populares, pueden ser un eje vital y una propuesta importante para lograr que dicha comunicación sea alternativa y dinámica en nuestra sociedad.
Para dar mayor claridad al tema, Barbero hace una serie de comparaciones relevantes, entre la plaza de mercado y el supermercado; y entre un cementerio público y uno privado, definiendo para estos lugares dos tipos de economías que se hacen visibles y se materializan en las prácticas de comunicación que allí surgen.
Por un lado, hace mención a la economía de “abstracción mercantil” en la que el sentido de un objeto se produce por la relación con otros objetos y en la que la significación de dicho objeto está dada por el  valor del mismo dentro de un concepto mercantil. El otro tipo de economía es la que denomina de “Intercambio simbólico” en donde el valor y la significación del objeto están dados por el intercambio que los individuos llevan a cabo con estos, a través de dinámicas de comunicación en torno a su adquisición o interés.
Según estas definiciones y partir de los siguientes ejemplos, al autor busca dar a entender como en términos generales la cultura popular mantiene y desarrolla sus prácticas de comunicación a través del intercambio permanente entre lo económico, representado en el objeto y lo simbólico, expresado por el sujeto que interactúa en torno a esto.
Por su parte, “la cultura burguesa” como la denomina Barbero, desarrolla sus prácticas de consumo bajo estos mismos parámetros con la diferencia que en este caso se esconden y excluyen las condiciones de producción simbólica,  limitándose netamente a un consumo mercantil direccionado por sistemas publicitarios, en donde la esencia de la comunicación y del desarrollo de una actividad entre lo que somos y lo que tenemos, pasa a un segundo plano.
La comparación entre la plaza de mercado del barrio Paloquemao en Bogotá  y el supermercado Carulla, permite entender las dinámicas en las prácticas de comunicación completamente opuestas que se presentan y que quiere exponer el autor a lo largo de su artículo. Se habla por ejemplo de los aspectos de organización, comercialización, producción, contexto, entorno, sistemas publicitarios, entre algunos otros aspectos que manejan estos lugares dentro de su desarrollo y sentido de existencia, dándonos cuenta que en efecto el desarrollo y el transcurrir diario en estos lugares es muy diferente.
Una de las evidencias que mejor pueden expresar este hecho, es la disposición interna de estos espacios, encontrando en la plaza de mercado un lugar heterogéneo, formado por un conjunto de puestos o zonas atendidas por diferentes vendedores que desarrollan su actividad en constante interacción con los vecinos de los otros puestos, con los compradores que llegan a la plaza a buscar diversidad de frutas, verduras, hierbas, entre otros y con sus mismas familias que por lo general forman parte del grupo y fuerza de trabajo. Allí, las actividades se desarrollan de manera espontánea y las dinámicas de compra y venta están basadas en factores como la rebaja y la ñapa soportadas en un ambiente de buena atención, cordialidad y recibimiento para el que compra. Lo que en esencia exige que el dialogo, la interacción y la comunicación siempre estén presentes en un lugar que es expresivo por sí solo.
En un supermercado la disposición interna expresa unas connotaciones bien diferentes a las mencionadas para la plaza de mercado. En estos lugares también se encuentra diversidad pero de otro tipo de productos y la diferencia es que internamente la organización y disposición está determinada por la simetría, la decoración y la ambientación del lugar, que se presentan como los aspectos fundamentales de producción publicitaria mediante los cuales se garantiza el consumo de los productos allí ofrecidos para la venta. Pero adicionalmente, en el supermercado el dialogo y la comunicación se limita al momento en el que voy a pagar los productos en un punto atendido por una persona con la que se cruzan una o dos palabras para poder llevar a cabo la compra. De esta manera y tal como lo afirma el autor en estos lugares no hay comunicación, simplemente información por parte de los vendedores o funcionarios del lugar, y esto solo cuando lo que necesita saber no se lo muestra el producto en su empaque o en sus instrucciones de uso. 
Para el caso de los cementerios, hablando específicamente del central y el de Jardines del recuerdo en la cuidad de Bogotá, pasa algo similar en torno a las dinámicas de comunicación que se presentan en cuanto al intercambio económico y simbólico del que venimos hablando. En estos casos, las prácticas se desarrollan a partir de puntos igualmente opuestos evidenciando como en el cementerio público o popular, las prácticas se desarrollan de manera espontanea de acuerdo a las creencias, necesidades, pensamientos o actos de fe de quienes acuden allí no solo a visitar a sus muertos sino también a hacer peticiones a las tumbas de algunos personajes que se cree pueden concebir favores, especialmente los días lunes. Todo esto acompañado de ofrendas y objetos dejados en las tumbas que ante los ojos de los visitantes, presentan un lugar diverso, dinámico y heterogéneo que hace evidente y palpable la interacción y la comunicación de los individuos con el espacio y su materialidad.
En el caso del cementerio privado ocurre todo lo contrario. El espacio es homogéneo, y simétrico, y la gente acude únicamente a visitar a sus familiares o allegados difuntos durante un lapso de tiempo relativamente corto para posteriormente salir del lugar e ir a disfrutar de un día en familia a las afueras del norte de la ciudad, ya que el día de mayor afluencia es el día domingo.
Estos, además de otros fenómenos, evidencian como efectivamente las prácticas culturales de comunicación se desarrollan en los escenarios que Barbero llama de la topografía y la topología, en donde la primera hace referencia al espacio configurando por señales y la segunda a la interpretación o lectura de esas señales por parte de los individuos, viendo como efectivamente dentro de una sociedad de consumo, interpretamos las señales que basadas en una fuerte economía tiende a encerrarnos en lo que se presenta ante nosotros, como bonito, nuevo, organizado, decorado, avanzado, desarrollado y por supuesto costoso.  

“LOS ABUSOS DE LA MEMORIA”: ARTÍCULO DE TZVETAN TORODOV

                                                                                                                                  Por: Juanita Santos M.

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La memoria está vinculada dentro de su amplio significado con el pasado, que en todo momento se recuerda, sugiere o manifiesta, pero no por esto depende u obedece exclusivamente a presidir el presente. El autor menciona que la memoria siempre estará ligada a la selección, ya que indistintamente siempre recordaremos unos hechos del pasado más que otros y de cada uno conservamos o desechamos información que consideramos o no pertinente para determinada situación de recordación.

Según lo anterior, el manejo del pasado en cada uno de nosotros a través de la memoria tiene unos criterios que se enmarcan en lo que cada individuo quiere o desea recordar y es aquí cuando se establece la diferencia entre el hecho o acontecimiento interpretado de “manera literal” o de “manera ejemplar”[1]. La literalidad resume entonces la preservación de un suceso que no se transforma y que se pretende mantener intacto en el tiempo, sin que necesariamente sea verídico y que además se vive en el presente. Por su parte, el término ejemplar utiliza el pasado para integrarlo al presente, manteniendo los aspectos positivos de un determinado aprendizaje que puede ser funcional para una posible situación similar que se presente.
Es entonces cuando podemos hacer alusión a la comparación, para afirmar que cada recuerdo que conservamos en la memoria es único y en determinado momento se vuelve más importante o trascendental según sea el caso, y se aplica a manera de ejemplo para ilustrar un momento del pasado que siempre va a estar inmiscuido en el presente y que a su vez implica, como lo manifiesta el autor, en destacar semejanzas y diferencias.
Teniendo en cuenta todo lo mencionado anteriormente, la memoria o el hecho de rememorar, se puede entender como un culto hacia el pasado individual o colectivo, que reconoce valores culturales, sociales, sentimentales, entre muchos otros aspectos que determinan la identidad y que establecen un precedente para actuar e intervenir ante las situaciones  del presente.

 



[1] TODOROV, Tzvetan. Los abusos de le memoria. Paidos, 2000. Barcelona, página 11.

LA POLITIZACIÓN DE LA CULTURA: ARTÍCULO DE SUSAN WRIGHT
 
Por: Juanita Santos M.
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La autora del ensayo denominado “la Politización de la cultura” tiene como objetivo principal interpretar el significado que se le ha dado a la palabra “cultura” a lo largo del tiempo, a través de su propia percepción y de la de diferentes autores que se han involucrado en el tema desde una mirada social y política.
Así mismo señala, que el cambio que ha tenido el término “cultura” ha sido en parte por las significaciones que se ajustan a cada ámbito o situación y como cada individuo o grupo social lo acoge para mostrar lo que quiere y conviene. Resalta la significación dada por los antropólogos y dice que a pesar de las divergencias dadas por la disciplina, uno de los puntos de partida para el concepto moderno fue el significado de cultura como “todo complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra capacidad y hábito adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”[1], estableciendo que las identidades culturales son cambiantes y dinámicas presentándose siempre en un lugar y momento específico.  
Señala tres momentos particulares en la construcción de significado del término cultura; el primero hace referencia a una ideología establecida en relación a la visión de la sociedad con respecto a su realidad y su historia, mediante agentes identificados. Un segundo momento en el que la visión se institucionaliza y se establecen comportamientos, valores y percepciones, entre otros, sin necesidad de agentes interventores. Y por último, un término diferente o  desigual que genera nuevas maneras de interpretación en ámbitos diferentes, y por ende diferencia de pensamientos en una sociedad.

A partir de los conceptos mencionados anteriormente, la autora afirma que el significado de “cultura” siempre será negociable, cambiante y versátil,  y no será posible establecer un significado único y completamente veraz, precisamente porque las sociedades interactúan y cambian su cotidianidad constantemente. Por esta razón, hace alusión a un nuevo concepto del término, que dice que “la cultura es un proceso activo de construcción de significado y de disputa sobre la definición, incluyendo la de sí misma”[2]
Igualmente se habla que la cultura está presente en todos los ámbitos y aspectos de la vida, lo cual fue trabajado en un informe de la UNESCO titulado Nuestra Diversidad Creativa, con el aporte de un grupo de antropólogos que subrayaron que “la cultura es constructora, constitutiva y creadora”[3] al estar presente en todos los dominios y en todas las estructuras sociales, lo que incluye ámbitos políticos, religiosos, económicos, etc.

El objetivo del artículo es interpretar la significación de “cultura” a partir de conceptos antiguos y modernos desde la disciplina de la antropología y entender como en la época moderna el término se ha ido politizando, debido a la forma como se desarrollan las nuevas ideas ligándolas a estrategias de gerenciamiento y toma de posición en el establecimiento de cualquier tipo de proceso buscando legitimidad, lo cual discrepa por completo de la percepción tradicional del concepto.




[1] WRIGTH SUSAN. La construcción del otro por la desigualdad.  Capitulo 3. La politización de la cultura. Pág. 129.
[2] Ibíd. pág. 132.
[3] Ibíd. Pág. 137


                                                                                                              Por: Juanita Santos M.
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Son muchos los conceptos que se han construido para la palabra “Cultura” desde las diferentes disciplinas, que por su especialidad mantienen relación directa con el término. Todas las interpretaciones que se le ha dado a este concepto, han sido estructuradas desde ámbitos específicos, en los que la significación está determinada por lo que se quiere mostrar y dar a entender.

Según García Canclini se puede denominar cultura, a la producción de fenómenos que contribuyen mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales a comprender, reproducir o transformar el sistema social, es decir, todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y reestructuración del sentido.


Esta definición aplicada al concepto de patrimonio puede entenderse como toda aquella acción o hecho tangible o intangible que resulta de la interacción del individuo con un medio físico, en un lugar y momento determinado. Acción que a su vez es reconocida por una colectividad que acoge, construye, interpreta, siente y hereda dentro de un proceso social que por esencia es dinámico y continúo.

Por ende, el proceso que se construye desde lo cultural implica no solo el reconocimiento sino también la apropiación del hecho o la acción específica, que se va construyendo a partir de la percepción, la valoración y la trascendencia que cada individuo le otorgue dentro de su concepto de vida, y a su vez desde la importancia y pertinencia que represente dentro de las dinámicas particulares y colectivas de una sociedad.

Ahora bien, una vez reconocido el hecho y establecido el vínculo, se genera un proceso de construcción sensorial que ligado al paso del tiempo, permite ir desarrollando y almacenando información que convertimos en recuerdos y expresamos a través de la construcción de una memoria histórica, que a su vez se presenta como memoria colectiva dentro de un mismo grupo social que reconoce y se identifica con fenómenos similares.

Esa construcción de memoria que desarrollamos a través de nuestros sentidos, nos permite entablar relaciones culturales importantes en sociedad que determinan prácticas y sistemas de acción, que pueden ser entendidos como tradiciones y costumbres que se van arraigando con el paso del tiempo y van siendo transmitidas generacionalmente, con la salvedad que deben ser renovadas de acuerdo a las necesidades, manteniendo los cánones tradicionales ,conservando la esencia y resaltando la utilidad, teniendo en cuenta que como se ha venido manifestando para cualquier campo de acción, la cultura está inmersa dentro de una transformación y un dinamismo continúo que nos permite ir construyendo historia.
Para concluir, el término cultura dentro del ámbito patrimonial siempre estará ligado como lo manifiesta Canclini, a la “producción de fenómenos” como creencias, costumbres, tradiciones y valores, determinados por la relación que establecen los individuos con dicho vínculo y a partir del cual determinan la importancia para otorgar el reconocimiento a lo que denominamos hoy día Patrimonio cultural.
 
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Por: Juanita Santos M.
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A partir del trabajo que desde la academia se ha desarrollando en el municipio de Guatavita Cundinamarca y por medio del acercamiento al territorio y su comunidad, hemos identificado una variedad de prácticas culturales que, ligadas a sus espacios, han sufrido una transformación sociocultural asociada a una transformación de tipo territorial: la construcción del embalsé de Tominé.
Ese cambio de “espacialidad” obligó a los habitantes del municipio a adaptarse a nuevos lugares en torno a los cuales desarrollan sus actividades y oficios en la cotidianidad. Lugares como el nuevo cementerio, en el que además del entorno físico, cambiaron las prácticas asociadas a la muerte, es uno de los mejores ejemplos de transformación, teniendo en cuenta que en el municipio aún existe el cementerio de la vieja Guatavita, como el único vestigio material que existe del pueblo “colonial”, que para el año 1964 fue inundado.
Adicionalmente, quiero referirme a otro lugar que se encuentra en el territorio asociado a un lugar de entierro en la época prehispánica y que según los estudios arqueológicos realizados en la zona por Silvia Broadbent, corresponde a un cementerio muisca (Broadbent, 1970: 25).
Al igual que el cementerio antiguo, el cementerio indígena se encuentra ubicado en inmediaciones al Embalse de Tominé, en terrenos que la Empresa de Energía de Bogotá (EEB) adquirió desde los años 60 para la inundación del valle. El hecho que los cementerios se encuentren localizados en un área privada, ha generado que los lugares sean poco frecuentados por los habitantes y por lo tanto que no se genere ningún tipo de mantenimiento ni cuidado especial por parte de los entes municipales.
Pero además de la falta de mantenimiento conducente al deterioro físico de estos espacios, como mayor problemática, se detecta la pérdida paulatina de apropiación, conocimiento y divulgación de los cementerios por parte de la municipalidad, sus entes encargados y la población en general. Esto se evidencia en el uso eventual que hoy en día tienen estos espacios por parte de la comunidad.
En el cementerio antiguo por ejemplo, uno de los eventos que se han mantenido desde su cierre definitivo, es la celebración del día de los difuntos el día 1 de noviembre. Sin embargo el párroco del pueblo dice que para llevar a cabo esta celebración es necesario todos los años coordinar una brigada de deshierbado y limpieza previa del lugar, para lo cual la parroquia solicita una cuota determinada a los habitantes de las diferentes veredas y según menciona, este aporte económico cada año es menor, razón que lo ha llevado a pensar que la celebración anual pueda llegar a terminarse definitivamente. (Liborio Pachón Salamanca, comunicación personal en septiembre de 2011). El resto del año, según menciona el párroco, son pocas las personas que van a la iglesia a solicitar las llaves para ingresar al cementerio a visitar a sus familiares, más o menos una o dos al mes.
Él afirma que la distancia e incluso el hecho de estar ubicado en terrenos de la Empresa de Energía de Bogotá, son factores que influyen en la falta de interés por parte de algunos habitantes del municipio por visitar el lugar y sus difuntos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que aún existen personas que mantienen la costumbre de visitar el lugar, así como algunos otros que han solicitado la exhumación de sus difuntos para ser dispuestos en el nuevo cementerio del pueblo.
En cuanto al cementerio indígena, se conoce que hace aproximadamente cinco o seis años la zona arqueológica era frecuentada por turistas los fines de semana, mediante recorridos guiados que organizaba la oficina de desarrollo económico y turístico del municipio junto con los habitantes de la vereda Tominé de Indios, en donde queda ubicado el cementerio. Sin embargo, en la actualidad el área es poco frecuentada y el motivo por el que dejaron de organizarse estas visitas es desconocido. (Martha Zamora, comunicación personal en marzo de 2011).
La promoción de visitas a la zona, se instauró a partir del registro del cementerio en el esquema de Ordenamiento territorial (EOT) de municipio, como parte de la clasificación de los recursos y atractivos turísticos: “las tumbas indígenas son un recurso de gran importancia histórica y cultural, que en la actualidad se encuentran deterioradas y han sido modificadas en su entorno en algunos aspectos, para lo cual se deben tomar acciones concretas e inmediatas a fin de recuperarlas y mantenerlas en su mayor estado de original posible, de la misma manera recrear las historias que rodean los recursos y desarrollar todo un atractivo turístico y cultural”, (EOT Municipio de Guatavita. Plan de desarrollo turístico. Capitulo 6. Numeral 6.12. pág. 157).
Teniendo en cuenta el contexto anterior y partiendo de la enorme significación que los cementerios representan desde su cultura material y de los valores atribuidos a estos lugares por una colectividad, surgen algunos interrogantes relacionados con el manejo que le están dando las autoridades municipales y la comunidad de Guatavita a los cementerios, que por sus connotaciones históricas, documentales, simbólicas y memorables, entre muchos otros, hacen parte del patrimonio cultural del territorio.
En ese sentido, ¿por qué las autoridades eclesiásticas y municipales como entes encargados del control, manejo y protección de estos espacios, no generan acciones para promover por un lado su protección y por otro, el interés y participación de la comunidad en torno a estos lugares de memoria? ¿Se trata de un problema de reglamentación en el que el municipio llegó a perder la injerencia y propiedad hacia estos lugares en el momento que las áreas de localización de los cementerios fueron adquiridas por un particular, tal como lo manifiestan los habitantes del pueblo?
Estas y muchas otras preguntas surgen ante la situación que hoy en día se presenta con los dos cementerios del municipio de Guatavita e indudablemente se debe atribuir la falta de interés y apropiación de estos espacios por parte de la comunidad, al aislamiento en el que quedaron los cementerios tras la construcción del embalse del Tominé, pero también a la falta de gestión por parte del municipio para que en estos lugares se pueda continuar con el “desarrollo de actividades en beneficio de sus usuarios” (UNESCO, 2000: 43).
Según dicta la ley, los bienes que conforman el patrimonio arqueológico pertenecen a la Nación y se consideran como bienes de interés cultural del ámbito nacional (Ley 1185 de 2008, artículo 1). En ese sentido el cementerio indígena más allá de estar catalogado dentro como un lugar de “atractivo turístico” debería estar declarado como bien de interés cultural del ámbito municipal e incluso departamental, debido a su excepcionalidad, lo que implicaría que en el Esquema de Ordenamiento Territorial del municipio también fuera incorporado de tal manera. Esto como primera medida, garantizaría la protección y conservación del lugar bajo el régimen especial previsto en la ley.
El cementerio antiguo por su parte, al ser portador de una carga histórica y simbólica significativa, igualmente podría contar con una protección legal teniendo en cuenta que se reconoce el derecho de las iglesias y confesiones religiosas de ser propietarias del patrimonio cultural que hayan creado, adquirido con sus recursos o que estén bajo su legítima posesión y el Estado a través del Ministerio de Cultura, celebrará con las correspondientes iglesias y confesiones religiosas, convenios para la protección de este patrimonio y para la efectiva aplicación del Régimen Especial de Protección cuando hubieran sido declarados como de interés cultural (Ley 1185 de 2008, artículo 1). Por medio de una declaratoria, se garantizaría igualmente la protección del lugar, para que sobre este no se pueda realizar ninguna intervención que atente contra su permanencia y conservación.
Lo anterior teniendo en cuenta, como ya se había mencionado, el cementerio antiguo al igual que el indígena se encuentra ubicado en áreas de propiedad de la Empresa de Energía de Bogotá y la CAR.
Si bien es cierto los cementerios de Guatavita existen, al no ser reconocidos y admirados por una comunidad que reconozca en ellos valores y que comparta y trasmita el conocimiento sobre la existencia de estas evidencias que hablan de prácticas, épocas, saberes y percepciones ante la muerte a lo largo de la historia como parte constitutiva de su identidad y su memoria; pierden su significado y su importancia cultural.
Ese inmenso significado cultural que las comunidades han atribuido a los cementerios en general, ha hecho que con el paso del tiempo se contemplen como lugares patrimoniales, como espacios cargados de sentido donde se desarrollan dinámicas particulares y colectivas a partir de las cuales se construye un enorme vínculo sentimental, representado en el culto que se le rinde a los difuntos muchos años después de haber fallecido.
En este sentido los cementerios son lugares que permiten ser leídos, interpretados y reconocidos como una institución cultural (Villa Posse, 1993: 86), al reflejar aspectos sociales, políticos, económicos, religiosos, históricos y étnicos de la región, ya que como la afirma Barbero, “todos los pueblos han visto y celebrado en la muerte un enclave fundamental de lo social (Barbero, 1981: 18).
BIBLIOGRAFIA
ALCALDIA MUNICIPAL DE GUATAVITA. Esquema de ordenamiento territorial (EOT) Municipio de Guatavita.
BROADBENT, Sylvia. La arqueología del territorio chibcha: II. Hallazgos aislados y monumentos en piedra. Universidad de los andes. Bogotá. 1970. Pág. 25 -26.
COGOLLOS AMAYA, Silvia; VARGAS, Martín Eduardo. Las discusiones en torno a la construcción y utilidad de los “Dormitorios” para los muertos (Santa Fe finales del siglo XVIII). En: Simposio de Cultura y comunicación. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 1994. Pág. 378.
Ley 1185 de 2011 que modifica la ley 397 de 2007. Ley general de Cultura.
MARTÍN BARBERO, Jesús. Prácticas de comunicación en la cultura popular: mercados, plazas, cementerios y espacios de ocio. En: www.mediaciones.net. UNAM. México. 1981. Pág. 18.
UNESCO. La Gestión. Clave para la preservación y sostenibilidad del patrimonio Cultural. 2000. Pág. 43.
UNIVERSIDAD JAVERIANA. Guatavita un pueblo sumergido.Facultad de Ciencias sociales. Bogotá. 1963.
VILLA POSSE, Eugenia. Muerte, cultos y cementerios. Disloque, Bogotá. 1993. Pág. 86.

lunes, 8 de abril de 2013


EL LIBRO AZUL DE COLOMBIA EN EL SIGLO XX Y
                                       SU IMPORTANCIA EN LA CONSTRUCCIÓN DE NACIÓN

El libro azul de Colombia fue publicado en 1918, por petición del entonces presidente José Vicente Concha. El ejemplar fue divulgado en  inglés y en español y su edición estuvo a cargo de la imprenta J.J Little and Ives con sede en la ciudad de Nueva York en los Estados Unidos.

Es un compendio que recoge toda la información relacionada con la construcción y desarrollo del país haciendo alusión a los siguientes temas:

·         Historia condensada de la republica
      ·         Bosquejo histórico hasta la Independencia
·         Próceres de la independencia
·         Gobernantes de Colombia
·        Bosquejos biográficos de personajes eminentes de la década
·        Descripción de los departamentos de la república (Antioquia, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cauca, Cundinamarca, Huila, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Santander, Tolima y Valle del Cauca).
·         Materias relacionadas con el derecho mercantil colombiano
·         Transporte fluvial y ferroviario en Colombia
·         Comercio, agricultura y minería del país, según las estadísticas oficiales

A lo largo de las páginas que conforman esta publicación puede observarse el relato completo de la historia, la geografía, el comercio, las riquezas naturales, las vías de comunicación y muchos otros aspectos y características propias de nuestro país, lo cual le otorga un valor significativo a esta publicación. Sin embargo, para efectos del desarrollo del trabajo, me centraré principalmente en destacar la importancia que cobran los últimos ítems nombrados en el listado superior, como aspectos específicos que se convierten en referentes determinantes para el ámbito comercial del país y de enorme validez para el libro azul en la época de su creación.
Vale la pena revisar con especial interés el énfasis que se hace a lo largo del texto hacia los lugares, fábricas o empresas a partir de las cuales se pueden promover relaciones con Estados Unidos, encontrando este hecho como una de los principales razones para llevar a cabo este extenso y juicioso trabajo, tal como se expresa en una de las páginas del libro:

 “Uno de los principales objetos del libro azul de Colombia es fomentar las relaciones comerciales entre Colombia Y Estados Unidos, y sobre todo dar a conocer las oportunidades comerciales  de aquella a los exportadores, importadores, fabricantes y otros norteamericanos que se interesan en negocios con la América del sur”[1].

La cita anterior tiene absoluta coherencia con el momento en el que el país buscaba con mayor ímpetu la apertura de posibilidades para el progreso y avance económico, lo cual había sido precedido por los diferentes gobernantes que debieron sumir dicha responsabilidad durante las primeras décadas del siglo XX.

La creación del Libro Azul de Colombia, coincidió con el gobierno de José Vicente Concha, quien aparece en las primeras páginas de la publicación representado en una ilustración  y aunque no se conoce la autoría de la misma, si se da por entendido que fue durante su gobierno que se construyó esta importante compilación caracterizada por ilustraciones, mapas, fotografías antiguas, tablas estadísticas, entre otros elementos, que refuerzan y recrean las líneas escritas a partir de las que se cuenta toda la historia del país, con especial énfasis en sus relaciones internacionales.
Así mismo, en este libro puede encontrarse la compilación de todos los establecimientos comerciales existentes en el país para ese momento, divididos según su ubicación por departamentos o ciudades capitales, encontrado además una resumida historia de la creación o aparición de dicho lugar – llámese empresa o fábrica- la especialidad que manejan dentro del mercado nacional y sus datos de contacto. Se encuentran registros de todo tipo de establecimientos con servicio al público, tales como:

Escuelas
Librerías
Colegios
Imprentas
Haciendas
Fabricas
Bancos
Banqueros y comisionistas
Farmacias
Hoteles
Sastrerías
Ebanisterías
Constructoras
Consultorios médicos
Laboratorios
Joyerías
Clínicas dentales
Mercados

 

 

 


La consolidación de información a la que se hace referencia en el párrafo anterior, puede constituirse como el inicio de los directorios en el país, con lo cual fue posible establecer un registro de “casas y empresas con las cuales le convendrá al norteamericano de negocios ponerse en relaciones. En esas páginas encontrará los nombres y negocios de los principales importadores y exportadores Colombianos –sobre todo los importadores, puesto que Colombia importa casi todos los artículos manufacturados y gran parte de las materias primas que consume”[2].
Casi todos los lugares que están mencionados a lo largo de la publicación presentan una fotografía alusiva a la infraestructura misma del inmueble en que funcionaban y operaban los diferentes negocios, pero además también se encuentran fotografías alusivas a los diferentes oficios y actividades que desempeñaban los trabajadores de aquellas fábricas, de las cuales muchas se constituían como las primeras en el país, que se especializaban en el desarrollo y producción de un determinado producto comercial.

Por lo general en la descripción que acompaña las fotografías, se destaca la maquinaria o elementos industriales con los que cuentan las diferentes fábricas, lo que da muestra del interés y el afán que surgía en este momento por tener equipos tecnológicos que ayudaran a que los procesos industriales tuvieran producciones con mayores estándares de calidad.
Se debe destacar también la importancia que para esta época cobraba el sistema de transporte en el país, lo cual se evidencia a lo largo del libro azul a partir de la extensa y bonita descripción que se hace de los ríos navegables con los que cuenta en país y que para ese entonces eran de absoluta importancia para la comercialización “los ríos navegables que se extienden a más de una provincia, y aquellos que sirven para el comercio exterior, pueden ser navegados libremente por toda clase de buques mercantes de cualquier porte, ya sean nacionales o extranjeros; y sus riveras son de libre acceso  para cuantos naveguen por ellos”[3].

Principalmente se hace referencia al rio Magdalena como principal medio de comunicación, siendo la vía por la cual “entran a Colombia las mercaderías extranjeras y por ella salen las exportaciones  del país, pues los centros de consumo y producción están situados a poca distancia de esa grande arteria fluvial”[4]. A estos se suman otros ríos navegables como el Cauca, el Amazonas, el Meta, el Patía, el Atrato, el Arauca y otros de menor importancia.  Por su puesto no se puede dejar de lado la importancia que cobran los principales puertos marítimos, lugares a los que llegaban y de los cuales salía toda la carga de importación y exportación de productos.
Continuando con el relato, debo mencionar que es fascinante la manera como describen el territorio colombiano a lo largo y ancho de su extensión y la importancia que cobra en términos de su ubicación geográfica, exaltando la riqueza natural que tiene y las particularidades que se encuentran en cada región o departamento que lo conforman.

En el libro Azul de Colombia, este juicioso trabajo de descripción geográfica tiene como objetivo principal promover las relaciones comerciales de importación y exportación de productos con otros países, basado en la evidencia, que el país cuenta y contaba para ese momento con un amplio escenario paisajístico y territorial que se ajustaba a las necesidades y recursos requeridos para poder llevar a cabo actividades y procesos de este tipo, idea que se expone claramente en la siguiente cita: “es evidente pues que el país tiene grandes riquezas naturales, a las cuales solo falta capital que las desarrolle”[5]
Teniendo en cuenta lo anterior, se evidencia en esta corta descripción la riqueza del territorio y la variedad de posibilidades que este ofrecía en pro de su desarrollo y avance industrial:

“1. Costa en ambos océanos (único país suramericano de esta suerte favorecido).
2. Posible comunicación por agua, por los afluentes de los ríos Orinoco y Amazonas, con la mayor parte de Suramérica.

3. Colocación tal, que los barcos de todas las partes del mundo, al hacer el circuito de su navegación comercial, no tendrían inconveniente en llamar a uno de sus puertos si así lo demandaran sus negocios.
4. Libre, como el Canadá y Rusia del inconveniente de fronteras infranqueables de todos lados.

5. Ventajas de situación referentes a las grandes trombas de viento, pues casi no tiene regiones desiertas.
6. Ser el país más grande de los próximos al gran centro comercial que necesariamente será el canal de Panamá.

7. El mejor colocado de los países latinoamericanos, para grandes mercados mundiales. Líneas directas lo ponen en comunicación con todos los puntos del universo: Nueva York, Nueva Orleans, Liverpool, Londres, Hamburgo, Amberes, Bordeaux, Cádiz, Gibraltar […]. Esto significará en su debido tiempo, una enorme superioridad en la competencia de impuestos de transporte, y hará a este país absolutamente libre de dependencias de otras naciones”.[6]

También se destacan los ferrocarriles dentro de los medios de comunicación de gran importancia que permitían el movimiento e intercambio de productos en el país, encontrando que para esa época la extensión total de los ferrocarriles era de 1247 kilómetros.
Como aspecto general, se hace un interesante trabajo estadístico a partir del cual  reportan las cifras obtenidas relacionadas con transporte de carga y de pasajeros para el caso ferroviario, además de las estadísticas registradas de importación y exportación con aspectos relacionados con la explotación minera, la agricultura, el correo postal,  entre otros.
El telegrafo era otro de los medios de comunicación que permitia mantener el vínculo informativo con otros paises. Para 1913 el telegrafo en Colombia funcionaba en una red de 18588 kilometros y 564 oficinas. La lineas telegraficas de los ferrocarriles “han sido construidas por  cuenta de las respectivas empresas  ferroviarias que en seguida se enumeran, para el uso exclusivo de ellas”[7]:
Teniendo en cuenta que ya se hizo un repaso general por el contenido y específicamente por los temas de mayor relevancia y particularidad que expone la publicación a lo largo de sus páginas en cuanto a relaciones comerciales se refiere, es importante hacer alusión nuevamente a la creación de Libro Azul de Colombia.
Fue impreso como se había mencionado por la empresa J.J Little and Ives de los Estados Unidos, dedicada al trabajo tipográfico con especialidad en “la preparación mecánica completa de libros, para lo cual cuenta con una de las instalaciones  más modernas y mejores equipadas de los Estados Unidos”[8].
Entre las particularidades de la fábrica se destaca la impresión y encuadernación de libros en castellano y la composición tipográfica y composición de planchas electrotipadas para enviarlas a diferentes lugares del mundo.
Esto daba a conocer que la imprenta ya contaba con cierta tecnología que les permitía producir este tipo de ejemplares como el Libro Azul, lo que podía ser una inmensa ventaja para Colombia entendiendo que se había elaborado un ejemplar dedicado a nuestro país, que permitiría dar a conocer la situación en la que nos encontrábamos y generar posibilidades de mejora, comercial y económicamente hablando, con países de América del norte y Europa, en aras de progreso y desarrollo industrial a comienzos del siglo XX. Lo que sustenta también la idea que el libro fuera producido en los dos idiomas.
También se encuentran avisos comerciales de establecimientos ubicados en diferentes ciudades de Estados Unidos, lo cual permite entender que para este momento ya se empezaban a establecer relaciones importantes con países internacionales y a través de estos anuncios era posible generar intercambios comerciales y así mismo un interés por productos específicos que se ofrecían por este medio, encontrando incluso fabricas, empresas o almacenes con sucursal en una ciudad de Colombia y en una ciudad de los Estados Unidos.
 
CONCLUSIONES
Vale la pena mencionar que no es mucha la información que se encuentra sobre la creación del libro Azul de Colombia y siendo una publicación tan importante en la que prácticamente se cuenta la historia del país hasta las primeras décadas del siglo XX, debería estar más referenciado por diferentes autores. De hecho es poca la información que se encuentra de su mismo autor, por lo que valdría la pena indagar un poco más en su biografía y sobretodo en la razón por la cual fue promovida la creación de ese bonito ejemplar.
El libro Azul de Colombia puede ser considerado como un fuerte sustento documental que a través la recopilación de datos, estadísticas e imágenes, permite tener un conocimiento y una noción general sobre las dinámicas comerciales que permitieron el desarrollo y avance del país, entre muchos otros aspectos que se exponen como parte fundamental de la construcción de nuestra nación.
Muy interesante el hecho de encontrar imágenes y breves descripciones sobre las primeras fabricas o empresas en las que se desarrollaban procesos industriales, destacando que muchos de esos lugares se constituyeron como la base para el desarrollo económico y comercial del país, con el hecho adicional que algunas de ellas todavía existen en las grandes ciudades. A esto se suma la presentación y recolección de información a manera de directorio telefónico que puede constituirse como el precedente para la creación de este tipo de libros, lo cual se constituye como una más de las particularidades del Libro Azul y permite establecer una clara diferencia con otros ejemplares.
El hecho que el libro haya sido producido en español y en ingles, cobra un valor característico de gran importancia que trasciende al momento de su creación, abriendo inmensas posibilidades de comunicación entre nuestro país y diversas naciones para entablar relaciones de todo tipo, dando a conocer el país desde muchos puntos de vista.
Teniendo en cuenta que es poca la información que se consigue sobre el Libro Azul de    Colombia, no se conoce la cantidad de ejemplares que circularon en la época de su creación, sin embargo, el hecho de encontrar hoy en día en las bibliotecas de la ciudad solamente uno o dos ejemplares, en las salas de libros de reserva, de libros raros y manuscritos o en colecciones especiales, no solo es un indicio de los pocos libros que produjeron sino también una evidencia del inmenso y significativo valor del que es portador el Libro Azul de Colombia, por lo que muchas personas quieren tenerlo como parte exclusiva de su colección, sin poderlo conseguir fácilmente.   


 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



[1] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 706.
 
 


[2] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 43.


[3] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 34.
[4] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 37.
 



[5] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 33.
[6] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 35.





[7] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Pág. 695.

 



[8] TORRES LEÓN, Fernán. Libro Azul de Colombia. Nueva York. U.S.A. Ed. J.J Little and Ives. 1918. Pág. 695.